1.b. El denominado “Niño del Siglo” (1982-1983)
Dentro de este quinquenio se desarrolló El Niño 1982-1983, que pese a ser uno
de los más severos del siglo, no alcanzó a tener eco ante la opinión pública. Esto
se debió al menos en parte, a que los efectos de la sequía sobre las regiones del Pacífico
se trataron de forma aislada, pues aparentemente no se consideró el carácter sistémico del
fenómeno, y ni siquiera al fenómeno en sí mismo, que no apareció por ninguna parte
dentro del discurso y la estrategia gubernamental de mitigación.
La declaratoria oficial de sequía por parte del gobierno, se dio en el mes de agosto
de 1982, y señalaba que había iniciado como tal, desde junio del mismo año. Sus efectos parecen
haberse concentrado sobre el sector agrícola y el servicio de agua potable. En el primer caso, las pérdidas
en la producción arrocera anual fueron de al menos el 50% (Brenes, 2000). No ocurrió lo mismo con la ganadería, debido a que se dispusieron acciones tempranas para evitar la muerte de las reses, como la apertura de más de un centenar de pozos
y la construcción de abrevaderos. De un total de 800,000 cabezas, tan sólo se reportó la pérdida
de 1,500.
Al tiempo que esto ocurría, la caña de azúcar se vio beneficiada, pues
la sequía permitió obtener una cosecha de tan buena calidad, que fue reportada como la mejor en la historia de este producto en Costa Rica. Antes de ella, la que tenía el
récord era la cosecha de 1976-1977, que también coincidió con un año Niño. La
caña de azúcar, como el arroz y la ganadería, son actividades que se concentran fundamentalmente
en la provincia de Guanacaste, en el Pacífico Norte de Costa Rica.
La coincidencia temporal de los perjuicios y beneficios entre las actividades mencionadas, corrobora la diversidad de las formas en que ENSO puede impactar una misma región
y destierra la idea peyorativa acerca de sus efectos. En Costa Rica no se estaba al tanto de lo que significaba ENSO entonces, como tampoco de
sus implicaciones socioeconómicas, y es ilustrativo de esta condición el hecho de que no se le asociara
con el exceso de días secos que se produjeron sobre la vertiente pacífica del país.
En cuanto al agua potable, se practicaron racionamientos en al menos 20 municipios del Area Metropolitana. La escasez que los provocó fue atribuida al prolongado “verano”
de 1983 (Brenes, 2000). También se registró una disminución en el caudal de los ríos
en la provincia de Puntarenas y el Valle Central.
De acuerdo con el reporte del Instituto Meteorológico Nacional, el veranillo que se
produce en el intermedio de la época lluviosa, conocido como “Veranillo de San Juan”, que se da entre los
meses de junio y julio, fue excepcionalmente seco y prolongado.
Durante este evento, la provincia de Heredia no presentó ningún reporte de
emergencia o desastre, ni siquiera por escasez de agua potable, como fue lo más frecuente entre las provincias
de la Gran Area Metropolitana (GAM), según DesInventar. Los efectos de la sequía tuvieron repercusiones sobre la parte central del país,
debido al predominio de las condiciones climatológicas de la vertiente del Pacífico.
Se presentaron varias inundaciones en la Región Huetar Norte del país (provincia de Alajuela), considerada una zona de transición
(entre la influencia del clima Pacífico y Caribe), en la que los efectos de ENSO pueden ser variables, según las características
particulares que el fenómeno adopte cada vez. En 1997, los efectos de ENSO serán completamente opuestos.
El cantón más afectado entre todos fue el de San José, donde hubo varios
tornados, reportados en la base como “vendavales”. Esta es una condición típica del “verano” o época
seca del Pacífico (diciembre a abril), pero se registraron en plena estación lluviosa. También
hubo vendavales en Puntarenas y una marejada en Guanacaste, donde se produjeron incendios forestales aparentemente
provocados, que encuentran condiciones óptimas para extenderse a causa de la sequía, pero también
se han registrado en número considerable durante fases de La Niña. Los incendios intencionales son
frecuentes en esta provincia, sea para limpiar el terreno o como estrategia de cazadores furtivos para acorralar
ciervos o venados.