INTRODUCCIÓN
El estudio de los desastres en México desde una perspectiva social constituye un campo relativamente nuevo
de investigación. Al inicio de la década de los noventa existía un desconocimiento prácticamente
total sobre las líneas propuestas en otros países por los científicos sociales en este campo,
lo cual resulta inexplicable tratándose de un país constantemente azotado por temblores, sequías
o inundaciones y, particularmente, por el avance constante y sistemático que al respecto habían mantenido
las ciencias físicas e ingenieriles.
A pesar de ello, existían por entonces algunos trabajos empíricos desarrollados por científicos
sociales mexicanos que, sin haber partido de un interés específico por el estudio de los desastres,
habían hecho aportaciones valiosas que permitieron ir avanzando en la construcción de marcos teóricos
y analíticos útiles. Esta producción surgió en dos momentos, cuyo límite lo
establecieron los sismos de 1985 que, en efecto, marcaron un hito, un parteaguas en los estudios sociales sobre
desastres en México.
El interés de científicos sociales por estos temas, así como la necesidad de conjuntar esfuerzos
entre los estudiosos enfrentados a realidades similares, han permitido construir alternativas interesantes de investigación
en América Latina. A partir de 1992 y en el marco de la Década Internacional para la Reducción
de los Desastres Naturales promovida por la ONU, se creó la Red de Estudios Sociales en Prevención
de Desastres en América Latina (LA RED), con el propósito de fomentar la investigación comparativa,
la capacitación y el intercambio de recursos humanos, experiencias y conocimientos en el área social
de los desastres en Latinoamérica. Estos esfuerzos en conjunto han logrado, poco a poco, ir llenando ese
gran vacío que ha existido en América Latina en el estudio social de los desastres, con la convicción
de que conjuntando esfuerzos entre especialistas con intereses comunes y ante problemáticas similares, es
posible avanzar en el conocimiento social, tanto teórico como empírico en este campo de estudio en
México.
Desde su creación, y reconociendo el débil desarrollo logrado por grupos de profesionales con un
enfoque social hacia los desastres en América Latina, así como la necesidad de potenciar los aislados
esfuerzos alcanzados, los miembros de LA RED identificaron una serie de parámetros básicos y líneas
de investigación que deberían informar el quehacer al respecto (LA RED, 1993), los cuales han constituido
la base sobre la cual se han desarrollado las diversas investigaciones y publicaciones resultantes directamente
de ese organismo, e indirectamente de la influencia que ha logrado desplegar en la región, particularmente
en México.
El trabajo multidisciplinario y comparativo llevado a cabo ha avanzado de manera considerable sobre todo en los
últimos cinco años. Ha permitido, como debe ocurrir siempre en el quehacer científico y con
la mirada abierta a propuestas novedosas derivadas de otros contextos, desarrollar ideas frescas, modificar perspectivas,
reconceptualizar nociones, prestando cada vez mayor atención a las amenazas y a los procesos de desastre
dentro de una visión holística e inclusiva del riesgo (Maskrey, 1998).
La atención puesta no sólo en los así denominados grandes desastres, que en el caso de México
se encuentran ejemplificados claramente con los efectos derivados de la ocurrencia de los sismos de septiembre
de 1985, sino también en numerosos eventos identificados como pequeños y medianos que, asociados
con amenazas de diverso tipo, se presentan cada semana, cada mes y cada año, ha permitido redimensionar
la problemática (Lavell, 1998). Diversos estudios han llegado a demostrar de qué manera la acumulación
histórica de variados factores que confluyen para incrementar la vulnerabilidad y el riesgo se ha constituido
en la principal responsable de la ocurrencia de desastres (Oliver-Smith,1994).
En los últimos años, y particularmente después de 1997-1998, entre especialistas, organismos
nacionales e internacionales y sectores gubernamentales dedicados a esta problemática, las anomalías
climáticas y en especial los efectos de El Niño han despertado un amplio interés, particularmente
a partir de ser identificado este último como un fenómeno que lo único que tiene de novedoso
es el nombre (aunque data ya de más de un siglo), además de tratarse de un fenómeno global
cuya asociación con cambios inusitados del clima se derivan de las así llamadas teleconexiones (Glantz,
1998). Los efectos identificados con la presencia de este fenómeno ha desatado una ola intensa de investigaciones
relacionadas con el conocimiento del fenómeno mismo, aceptando que es uno de los factores que modulan el
clima y sus variaciones interanuales. Sin embargo, poco se ha avanzado en las asociaciones entre su presencia y
el contexto específico en el que se presenta, es decir, entre los factores que controlan el tiempo y el
clima, y el grado de vulnerabilidad global de las sociedades en las que incide en particular El Niño y que,
en su caso, determinan la construcción de riesgo de desastre.