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X. PRESELECCIÓN ESPACIAL Y TEMPORAL
La distribución espacial de los reportes existentes en
Desinventar
muestran determinados patrones bastante definidos. Si bien en términos generales la mayoría de los
reportes, tanto de desastres en general como los relacionados con el clima para el periodo 1980-1998 dan cuenta
de una concentración en el altiplano central del país, particularmente en la capital de éste,
el Distrito Federal, y en el Estado de México, ello se deriva en buena parte de las fuentes de información
que priorizan los datos provenientes de estos dos lugares y, por otro, de que constituyen aquéllos con mayor
concentración y de población.
Por otro lado encontramos que los eventos desastrosos asociados
con el clima, por su parte, todos ellos relacionados directamente con el recurso agua, se dividen claramente entre
abundancia y escasez de la misma. Si atendemos al mapa 2, que muestra la clasificación de temporal a nivel
estatal, encontramos que la concentración de temporal calificado como “muy deficiente” (menos de 350 mm)
se localiza en los estados ubicados al norte del país; ya habíamos mencionado que es la zona en la
que se producen los escurrimientos más bajos. Los estados que cuentan con temporal calificado de “muy favorable”
(más de 1000 mm), por su parte, se localizan en la vertiente del Golfo de México, a los cuales se
suma el estado de Chiapas. Dentro de cada uno de estos dos conjuntos, que podemos clasificar como región
árida y región tropical-lluviosa, se encuentran justamente los estados en los cuales se han concentrado
los desastres asociados con el clima en la base de datos de Desinventar.
Los registros históricos correspondientes a la época
colonial y al siglo XIX presentan una distribución similar, aunque la referente al norte del país
es más tardía que la del centro y sur de México, ya que a la llegada de los españoles
el norte estaba ocupado en su mayoría por grupos nómadas sobre los cuales no existen registros escritos.
La porción denominada Mesoamérica, que iba del centro del país hasta lo que hoy es América
Central estaba ya ocupada por culturas y civilizaciones que legaron registros escritos, y fue también el
área que ocuparon los españoles desde el siglo XVI y sobre la cual tenemos ya abundante material
que permite documentar los desastres ocurridos y asociados con el clima. Conforme fue avanzando la conquista y
el poblamiento del centro al norte de México se fue generando la información que hemos podido recuperar,
y que da cuenta de los desastres ocurridos, así como de los riesgos asociados a ellos para la región
árida. En conjunto, como señalamos antes, dan cuenta de una distribución espacial de desastres
asociados con el clima similar a la contemporánea, aunque los riesgos tenían componentes diferentes.
Tanto en el conjunto de reportes en general para 1980-1998,
como para aquéllos relacionados con el clima encontramos algunas constantes, como son el Distrito Federal
y el Estado de México, a cuya explicación ya nos referimos antes, y cuatro estados más: dos
ubicados en la región árida: Chihuahua y Tamaulipas, y dos en la región tropical-lluviosa:
Veracruz y Chiapas.
Por otro lado, en las gráficas que presentamos en
el apartado anterior hicimos una división entre reportes derivados de la asociación entre sequía,
ola de calor e incendio forestal, que podemos agrupar en el rubro “escasez de agua”, y reportes derivados de la
asociación entre inundaciones, deslizamientos, lluvias, granizadas y tempestades, a los que podemos juntar
como representantes de “abundancia de agua”. En cada caso se hizo un vaciado para observar su distribución
espacial. En el caso de “escasez de agua”, se hicieron ejercicios similares tanto para la base de datos en general
(1980-1998), como para los años Niño (1982-1983 y 1997-1998), encontrando que se repite el patrón
antes indicado, pues son tanto el Distrito Federal y el Estado de México, como los estados norteños
de Chihuahua, Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León, junto con Michoacán, Oaxaca y Chiapas ubicados en
el Pacífico, y Veracruz los que incluyen mayor número de reportes.
En el caso de “abundancia de agua” se siguió el mismo
camino, encontrando que en este caso los representativos son los estados costeros, entre los cuales tomaron la
delantera para el caso de 1997-1998 los de Chiapas, Veracruz, Michoacán y Jalisco, mientras que para 1982-1983
no hay una definición clara con los reportes existentes.
Lo anterior permite así, en principio y a reserva
de completar la base de datos siguiendo los lineamientos planteados en los apartados correspondientes del presente
documento, identificar claramente dos regiones que, en términos comparativos, permitirían estudiar
el riesgo de desastre ENSO: una en la que se los efectos del fenómeno se traducen en sequías e incendios,
y otra en la que ocurren severas inundaciones. En la región árida, clasificada con temporal muy deficiente
y, en consecuencia, con escasez de agua, se encontrarían básicamente los estados ubicados al norte
del país, entre los cuales al momento cuentan con mayor cantidad de reportes los de Chihuahua, Tamaulipas,
Coahuila y Nuevo León. Por su parte, en la región tropical-lluviosa, clasificada con temporal muy
favorable (adjetivación que debe tomarse con las limitaciones del caso, dado que es justamente en esa región
donde se han presentado las inundaciones más catastróficas de los últimos años) y,
en consecuencia, con abundancia (podríamos incluso decir “exceso”) de agua, se encuentran algunos estados
costeros que, dentro de las experiencias recientes, parecen estar representados por Chiapas y Veracruz, entre otros.
Lo anterior invita a seleccionar, dentro de ambas regiones,
determinadas áreas que permitan llevar a cabo estudios comparativos de la construcción de riesgos
a desastre, mismas que serán definidas conforme avance la obtención de información y la conformación
definitiva de Desinventar, así como la recolección de datos secundarios.
Como bien han dicho los especialistas: “hoy sabemos más
sobre cómo se manifiesta El Niño en el mundo, pero falta mucho para poder cuantificar el costo de
este fenómeno en cada país. Los estudios existentes son limitados, y en la mayor parte de los casos
no toman en cuenta las interacciones entre medio ambiente y sociedad.” (Magaña y Morales, 1990:12).
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