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IV. CÓMO SE PRESENTA EL FENÓMENO DE EL NIÑO EN MÉXICO

Hemos insistido en la necesidad de estudiar de manera interrelacionada los procesos naturales y sociales que conforman los riesgos de desastre, por lo cual consideramos importante presentar una breve revisión de las formas como se presenta, en términos generales, el fenómeno de El Niño en México (cfr. Magaña, 1999; Magaña et al. y Trasviña et al. en: Magaña, ed., 1999).

Mapa 1: República Mexicana con división política por estados

1. Aguascalientes
2. Baja California Norte
3. Baja California
4. Campeche
5. Coahuila
6. Colima
7. Chiapas
8. Chihuahua
9. Distrito Federal
10. Durango
11. Guanajuato
12. Guerrero
13. Hidalgo
14. Jalisco
15. Estado de México
16. Michoacán

                         

17. Morelos
18. Nayarit
19. Nuevo León
20. Oaxaca
21. Puebla
22. Querétaro
23. Quintana Roo
24. San Luis Potosí
25. Sinaloa
26. Sonora
27. Tabasco
28. Tamaulipas
29. Tlaxcala
30. Veracruz
31. Yucatán
32. Zacatecas


El Niño impacta el clima en México provocando mayor precipitación en invierno y escasez de lluvia en verano. Así, la presencia de El Niño en el territorio mexicano está íntimamente ligada con la disponibilidad de agua. La escasez de lluvia en ciertos años es quizá la señal más evidente de un Niño fuerte, y son los costos de la sequía los que más se resienten en México, afectando en especial la producción de granos básicos en algunas regiones, a lo cual se agregan las condiciones extremas de relieve y altitud, entre otras. Más de la mitad del territorio mexicano se considera árido o semiárido, pues más del 60% del escurrimiento se produce en el 20% del territorio, principalmente en el centro y sur, mientras que el norte, correspondiente al 34% del territorio, cuenta con un escurrimiento que alcanza sólo el 2% del total nacional.
Intentando una asociación entre El Niño y el clima de México, en términos generales se puede decir que las lluvias de invierno se intensifican durante años Niño en el noroeste y noreste de México, mientras que disminuyen hacia la parte sur. Los inviernos con Niño, por su parte, resultan más fríos en casi todo el país, mientras que los veranos con Niño son más secos y cálidos que en veranos de Niña.
En años normales, el clima mexicano en invierno es parcialmente modulado por frentes fríos y lluvias invernales, tanto en la región de Baja California, Sonora y Chihuahua, como en la de Nuevo León y Tamaulipas, estados ubicados al norte del país. Algunos de estos sistemas de latitudes medias logran alcanzar bajas latitudes convirtiéndose en lo que se denominan "nortes", que los expertos identifican como el resultado de la acumulación del aire frío en latitudes medias e intensos gradientes meridionales de presión en la tropósfera baja, que resultan en irrupciones de aire frío hacia los trópicos; estos "nortes" afectan los estados de la vertiente del Golfo de México, la península de Yucatán y partes de Centroamérica y el Caribe.
El impacto de El Niño en las lluvias de invierno de México no es siempre el mismo, pues existen diferencias en las características regionales y temporales de las anomalías de lluvia y temperatura de un año Niño a otro. Por ejemplo, en determinadas regiones de los estados de Veracruz, Tabasco y Yucatán, el impacto de El Niño en el clima invernal se relaciona con la actividad de los ya mencionados "nortes", cuyo número e intensidad parecen verse afectados al cambiar la circulación atmosférica, y cuya ocurrencia en la vertiente del Golfo de México se identifica a partir de un descenso de la temperatura superficial de 2º C o más en 24 horas, de cambios en la dirección del viento siendo éste de norte a noroeste, y de precipitaciones.

Mapa 2: Clasificación de temporal a nivel estatal.

Fuente: Conde et al., 1999:114.

Los impactos de El Niño durante el invierno pueden describirse en general como lluvias y fríos anómalos en el norte de México.
El verano Niño en México, por su parte, provoca que las lluvias en la mayor parte del país disminuyan, llegando con frecuencia a producir severas sequías que en la segunda mitad de los 90 llevó a declarar zonas de desastres a gran parte de los estados del norte del país por la falta de lluvias. Los efectos de El Niño en materia ambiental, asociados a menores precipitaciones incluyen menos humedad en el suelo y frecuentemente, pérdidas de miles de hectáreas de bosques por incendios forestales.
Sin embargo, no debe olvidarse que El Niño no es el único modulador del clima. La disminución de nubes sobre México permite el aumento en la cantidad de radiación que llega a la superficie con lo que se registran temperaturas por encima de lo normal en gran parte del territorio durante veranos El Niño. Una disminución en la cantidad de humedad sobre el altiplano, al centro del país, puede resultar en mayor enfriamiento radiactivo y heladas inesperadas sobre el centro de México.

Figura 1: Diagrama esquemático de impactos de El Niño en México


Fuente: Magaña, et al., 1999:23.
Código: A: anomalías de circulación anticiclónica
B: anomalías de circulación ciclónica.



Por su parte, la intensificación de los vientos alisios sobre México en años Niño inhibe la entrada de humedad por las costas del Pacífico y debilita la componente orográfica de la lluvia, tan importante en la cantidad de precipitación que ocurra en esa zona del país. La disminución de las lluvias en México durante años El Niño, principalmente en la región del noroeste, está asociada con el decremento en el número de huracanes en el Caribe y Golfo de México. Esta relación entre El Niño y los huracanes del Atlantico es significativa. Por otro lado, no es claro que la ocurrencia de El Niño afecte el número de huracanes que se forman en el Pacífico Mexicano, como tampoco el número de huracanes en el Pacífico nororiental.
Una de las regiones más afectadas en términos de disponibilidad de agua es la región del Pacífico norte, en donde los años Niño parecen resultar en un monzón débil y escurrimientos por debajo de lo normal.
Los especialistas consideran que en las últimas dos décadas, los Niños que más afectaron el territorio mexicano fueron los de 1982-1983 y 1997-1998, al igual que ocurrió a nivel general. Al respecto Glantz mismo señala que El Niño de 1982-1983, después del anterior evento cálido extraordinario de 1877-1878, había sido considerado como el más intenso del siglo, y más tarde se presentó otro Niño del siglo en 1997-1998 (Glantz, 1998). Durante este último se ha determinado que durante el verano del 97 se presentó una de las mayores sequías que ha experimentado el país, con decrementos cercanos al 50% de las lluvias, afectando prácticamente en todo el territorio el cíclo agrícola primavera-verano que es fundamental para la producción agrícola nacional. Al respecto existen interesantes estudios de caso que muestran resultados, en ocasiones, inesperados relativos a los efectos de la sequía (Liverman, 1990 para Sonora y Puebla durante los setentas, y Conde et al., 1999 para Tlaxcala en 1997, entre otros). A la sequía del 97 se asociaron un gran número de incendios forestales en la primavera del 98, que provocaron una de las más severas catástrofes ecológicas y sociales en la historia del país. Mientras tanto, en el invierno de fines del 97 y principios del 98, las lluvias excedieron los parámetros normales en el noroeste de México (en Baja California) y en la península de Yucatán, no siempre respondiendo a los pronósticos que se habían lanzado.